jueves, 15 de enero de 2009

Quince.

Cuando lo conoció, le resultó amenazador. Se sentía diminuta a su lado, impresionada por su colosal altura. No era capaz de mirarle directamente, temerosa de que sus ojos negros se clavaran en ella y la hirieran. Ella no era más que una simple criadita y él, aunque parco en palabras, era un pilar fundamental de La Vipére Noire.
Pero cuando Catherine comenzó a explotar su cuerpo y pasó a pertenecer a la élite del local, dejó de espiarle agazapada en la puerta de su habitación, deseando su tez oscura, sus manos grandes y las miradas desde aquellos ojos negros y profundos como el mayor de los abismos. Pudo mirarle de frente, sonreírle; y, sin embargo, seguía siendo demasiado tímida para hablarle sin sonrojarse intensamente o tartamudear.
Aquella noche se sentía espléndida, llena de vitalidad. Los clientes volvían las cabezas a su paso y los piropos eran constantes. Al menos una decena de hombres pasaron aquella noche por su habitación; deseosos de ella.

Sólo pudo descansar cuando las primeras luces del alba se colaban curiosas por las ventanas de su habitación. Corrió los cortinajes de terciopelo oscuro y se tumbó en la cama sin molestarse en quitarse la bata de seda. Los minutos pasaban y el sueño se iba apoderado de ella con sutileza.
No oyó la puerta abrirse suavemente y tampoco notó las manos que descubrían su cuerpo hasta que el frío la hizo estremecer. Una lengua se deslizaba rápidamente por sus pezones, ayudándose con los dientes para erigirlos hasta el límite. Unos dedos ágiles abrieron sus piernas y se introdujeron lentamente, produciéndole un placer que rara vez conseguía sentir.
Entreabrió lo ojos y sólo vio oscuridad, pero el aroma penetrante y dulzón del camarero inundó sus fosas nasales al instante. Volvió a cerrarlos, satisfecha, sonriendo para sus adentros.
-Mousse...
Se retorció violentamente y gritó cuando el placer llegó a su punto máximo, pero él no la dejó parar. Siguió dentro de ella, una y otra vez, durante horas. Catherine nunca se había sentido tan plena, tan feliz. Cayó en un sueño profundo, y, cuando despertó, nunca supo si aquello había pasado o sólo había el sueño más maravilloso de su vida.

Sabes que no quería escribir esto, que me siento demasiado violenta imaginándote haciendo suciedades con mi camarero xD. Pero es tuyo, es tu regalo, y aquí lo tienes.
Gracias por las innumerables cosas que hemos vivido y por las que aún nos quedan. Sabes que te quiero muchísimo *O*.
Feliz Cumpleaños, Arebita.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

joo lo has hecho te quiero mucho
que mala eras lo dejas en sueño o no cruel persona

Sat dijo...

Jo, he encontrado la novela del héroe y su diosa. Qué recuerdos.
A ver si la sigo :).