miércoles, 28 de enero de 2009

Veintiocho.

-No sirves para nada.
Catherine lo miró sin comprender. Estaba exhausta a pesar de las innumerables horas de sueño; la tristeza caía sobre ella como una losa y se había adueñado de sus ganas de vivir.
Un sentimiento de culpabilidad extremo se apoderó de ella y sintió miedo. Nunca había visto los ojos castaños de Léonard brillar con tal fiereza, ni su semblante adoptar una expresión tan grave, cercana al odio. Se quedó ahí parada sin saber cómo actuar, esperando.
-Eres una completa inútil, niña. –Se levantó casi sin mirarla, como si así pudiera borrar su presencia. Catherine sintió cómo sus ojos se inundaban de lágrimas y su barbilla comenzaba a temblar. Musitó su nombre, pero él siguió su camino sin hacerle el menor caso. Ella reunió toda la fuerza que su pobre cuerpo le permitió y gateó sobre la cama hasta él.
-¡Léonard, mi amor! No te vayas así, yo…
-Calla.
El bofetón resonó en toda la estancia. Catherine cayó hacia atrás con todo su peso; la quemazón en la mejilla era casi insoportable. Un dolor agudísimo en la muñeca la hizo sollozar y él detuvo en seco su avance.
-¡Calla, puta! ¿Te parece eso dolor?
Aquel golpe fue más fuerte. Intentó protegerse con las manos pero él le retorció la muñeca. El crujido fue aterrador; su grito desgarró el silencio. Pero Léonard estaba poseído por un sentimiento maligno, un maremágnum de odio y furia.
-¡Tú has perdido a mi hijo! ¡Tú, bastarda!, –aulló mientras la pegaba aún con más fuerza. -¡Sólo tenías que darme eso y no has sido capaz!
Catherine se retorcía violentamente tratando de esquivar sus puñetazos, pero estaba extenuada. Gritaba pidiendo auxilio pero ninguna criada acudía a su encuentro: allí no estaba Mousse para socorrerla con sus varoniles brazos.
De pronto, tan rápido como había empezado, él se levantó y se fue. Se atusó la ropa sin siquiera mirarla y la dejó allí tirada. Catherine se acomodó con dificultad en la cama, temerosa de que un movimiento brusco acrecentara el dolor. Sin embargo, ningún dolor podría ser más intenso que tener que soportar aquella mirada. Cerró los ojos para no ver la sangre que manaba a borbotones de su labio partido crear un cerco a su alrededor. Se agazapó como pudo, sintiéndose débil y desprotegida. No era más que una pobre niña magullada…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vuelvo a comentarte aunque ya lo he hecho antes que lo sepas <<.

me gusta y creo que al final te va a gustar la pareja catherine chocolate que hay mensajes subliminales

curioso bacon

te quiero

Sat dijo...

Mejor tarde que nunca :3.
*w*~ me gusta, a ver si lo terminas y lo ordeno en un word para leerlo en el orden lógico XDD
(K)