miércoles, 17 de junio de 2009

Final.

Tenía el pelo revuelto, hecho una maraña de nudos y suciedad. Bajo los párpados, una sombra violácea contrastaba con el carmín de las marcas de arañazos. Sus ojos, antes grises y profundos, a ratos brillaban con el fulgor de la locura y a ratos se apagaban como una llama agitada por el viento, carentes de todo hálito vital. Los labios, secos y agrietados, presentaban pequeños cortes en las comisuras, y tenían marcas de haber intentado ser cosidos. No vestía más que una camisa de fuerza sobre el camisón de algodón, que dejaba ver, donde antes había habido músculo, una piel cetrina recubriendo el hueso.
Catherine sintió deseos de llorar al ver así a su Victoria. Cuando los sanadores le permitieron pasar, ella pareció reconocerla y sonrió. Catherine le devolvió la sonrisa y se acercó, olvidando toda precaución, para abrazarla.
-Si mi señor esposo nos ve quizá se enfade, pequeña- susurró en su oído, con un deje de miedo y satisfacción mezclado en su voz.
-No, Victoria, él ya sabe que estoy aquí. Ha dado su permiso. –Se sentía estúpida por contribuir a que creyera sus propias mentiras, pero no le quedaba remedio.
-Bien, bien -. Asintió, complacida, y cruzó las piernas. – Te ofrecería algo de beber, pero le he dado el día libre a mis sirvientas.
-No importa. –Catherine tragó saliva y la miró afectivamente. -¿Te tratan bien aquí?
-Todo lo bien que le pueden tratar a una señorita de mi linaje en este cuchitril. Echo de menos nuestro palacio, hermana, pero mi señor está tan atareado con sus negocios…
Catherine intentó disimular su incredulidad y cerró la boca, que luchaba por trazar una o de sorpresa. Victoria no podía ser aquel ente sentado ante ella: cierto es que tenia su voz y su gesto, que incluso ahora aparentaba la serenidad de antaño, pero su fuerza, su orgullo, todo rastro de vitalidad, habían desaparecido. Maldijo una y mil veces a Decroix y su incompetencia, porque él la había obligado a darse a la locura.
-Victoria, ¿qué son esas marcas bajos tus ojos?
Vaciló durante un momento, evaluando a Catherine con la mirada.
-Vi algo que no debía ver de mi amado esposo. Prefería arrancarme lo ojos antes que traicionarlo.
Catherine sintió un escalofrío. -¿Y las marcas de la boca, flor?
Suspiró y bajó los ojos como una niña arrepentida.
-Edouard dice que hablo demasiado. Le molestan mis quejas, pero –bajó la voz hasta que se convirtió en un susurró- él no entiende que el malestar es normal durante el embarazo. Me cosí la boca para no molestarlo, pero mis sirvientas me obligaron a descoserme. –Se alteró visiblemente y gritó: -¡Malditas ellas, malditos todos!
Victoria había perdido al niño que llevaba dentro apenas un mes después de que Edouard dejara la Vipére. Fue un durísimo golpe para ella ver la sangre manar de entre sus piernas y saber que había perdido toda oportunidad de volver a verle, de quedar unida a él. Se convenció de que era lo mejor, pero nunca fue capaz de superarlo.
-No te preocupes, Catherine –dijo de pronto Victoria, sobresaltándola. El brillo en sus ojos era demencial. –Nunca he sido más feliz que ahora.

3 comentarios:

Lady Ginebra dijo...

ooo
dioses dioses no puedo creer que termine
yo quiera ya la version ampliada!

Sat dijo...

*_________*
secundo lo de la versión ampliada.
Y encuadernada.
Y firmada (L).

Panty Buns dijo...

You write beautifully