miércoles, 18 de junio de 2008

Dieciocho.

-No es más que una niña.
Madame Black pasó sus largos y finos dedos por mi pálido rostro, ahora ennegrecido por la suciedad imperante en los suburbios de la ciudad por los que había vagado durante días. Me tomó de la barbilla con cuidado y me obligó a mirarla a los ojos. Casi tuve ganas de reír cuando descubrí que aquella que osaba cuestionar mi edad no habría nacido más que un par o quizá tres años antes que yo. Y, sin embargo, desprendía madurez por cada poro de su piel, además de un aura de frialdad que me cautivó instantáneamente. Sonreí con cierta altivez, como había aprendido de mi padre que debían hacer las personas de mi clase, y Madame Black sonrió a su vez, con cierta ironía.

-Y demasiado orgullosa para ser una simple huérfana. No nos sirve. -y dicho esto, se dispuso a alejarse, meciendo su larga melena negra al compás del viento frío que había comenzado a soplar.
-¡Pero... Madame, no puedes dejarla aquí! Yo... -dijo Catherine, de mirada infantil y cuerpo desarrollado al extremo, pasándome un brazo por los hombros- ¡necesito compañía, Madame!
La bella muchacha se giró pausadamente, como si necesitara calmarse antes de dar una respuesta. Frunció el ceño, y pensé, divertida, que con esa expresión no parecía más que una adolescente enfurruñada por no haber conseguido su propósito. Su voz tomó un matiz de absoluto desprecio cuando dijo:
-¿Acaso no tienes bastante compañía con los demás, que te cuidan y protegen casi con su vida? Pequeña furcia desagradecida...
Pero a Catherine ese comentario no pareció importarle y siguió insistiendo hasta que Madame Black, harta de escuchar la sarta de argumentos que salían de su boca, me aceptó entre sus chicas.
-Pero no creas -dijo, fijando la vista en mí- que gozarás de algún privilegio en mi salón. No me importa lo más mínimo lo cara que fue la cuna que te arrulló.
-Cualquier cosa es mejor que vagar por entre la inmundicia.
Madame Black sonrió misteriosamente, a medio camino entre el sarcasmo y la complacencia. Se giró y caminó despacio, instándonos a seguirla.
Catherine me agarró de la mano y me obligó a andar hacia delante.
Aquel día supuso el comienzo de una amistad que aún continúa.
Aquel día supuso el comienzo de una espiral de depravación y vicio de la que jamás saldré.

3 comentarios:

Mae Lilien dijo...

Pride.

El orgullo hace que las heridas cierren, pero también provoca esas heridas.

Sin duda alguna me encanta, sis, como cualquier palabra que salga de tu cabeza *O*

A por el diecinueve!!
Te quiero!! :**!

Raúl III dijo...

Tua scripta mihi gustant...multissimus
a ver si nos vemos pronto y phlinghglüihamohs un poco
te quiero mucho :3

Anónimo dijo...

jajajaja

me gusta soy una niña enfurruñada y caprichosa ^^

luego posteare en condiciones

te quiero