domingo, 22 de junio de 2008

Veintidós.

Edouard pareció conforme con la decisión. Le agarré suavemente del brazo derecho y le conduje a través del oscuro pasillo, en el que de las puertas situadas a ambos lados surgían gritos y gemidos de la más variada índole. Podía notar su nerviosismo mal disimulado tras una apariencia de altivez y seguridad en sí mismo.
Al fin llegamos a mi habitación. Saqué la pequeña llave de metal del pecho de mi corsé y abrí, empujando ligeramente con el hombro para que cediera. Por suerte, Françoise no había dejado su desastre habitual y todo estaba sorprendentemente en orden.
-Cierra la puerta, por favor -pedí, mientras encendía con una cerilla algunas velas. -¿Quieres algo de beber? ¿Un whisky, quizá?
Se acercó a mí y me besó con violencia, tirándome contra la cama. Intenté zafarme de él, pero todo su peso caía sobre mí, mientras se movía furiosa y descontroladamente. Me agarró del pelo y me susurró al oído:

-¿No es esto lo que se supone que he de hacer?
Conseguí apartarlo de mí a base de empujones y me incorporé, atusándome el pelo y poniendo el corsé en su sitio. Le miré de reojo, arqueando la ceja izquierda y levantando ligeramente el labio superior en un ademán de profundo desprecio.
-¿Crees que el hecho de tu padre haya pagado tan desorbitada cifra por hacer de ti un hombre te permite tratarme como si fuera una cualquiera?
-Eres una cualquiera -espetó, arrastrando cada sílaba.
-No te confundas, Monsieur. Soy la mejor, que no te quepa la menor duda de ello. Y ahora bien, podemos pasarnos toda la noche divagando acerca de la calidad de las diferentes prostitutas, pero me pagan por desvirgarte y es lo que pienso hacer.
Edouard sonrió, entre sorprendido y complacido. No estaba acostumbrado a las mujeres con carácter y se sintió inmediatamente atraído por ella más allá del evidente deseo físico. Si al menos Marie, pensó, no se dejara llevar tanto por la opinión de los demás...
Cuando quiso darse cuenta, yo ya estaba a horcajadas sobre él, desabrochando los botones del chaleco de seda beige, mientras le mordía y lamía lujuriosamente el cuello. Empezó a desatar con infinita torpeza el corsé negro que me cubría. Una vez desnuda, me apretó contra él, sintiendo su pecho subir y bajar agitadamente por la excitación. Con un súbito movimiento, se puso de pie, llevádome con él. Me arrancó la mínima falda de tul, decidido a llevar las riendas de la situación, pero me adelanté.
-No, Monsieur, así no. Yo -dije, poniendo especial énfasis -te haré un hombre. No intentes, por tanto, ser el macho dominante.
Después de una lucha pasional de la que ambos resultamos totalmente desnudos, piel contra piel, comenzó el juego. Volví a mi posición primitiva sobre él, con la única idea en mente de hacer que en el pensamiento de Edouard no hubiera otra cosa que mi cuerpo contra el suyo y mis labios acariciando su piel. Y más aún, ambicionaba convertirme en su favorita, la única a la que deseara, incluso por encima de cuantas otras hubiera en su vida.
El orgasmo llegó, antes para él que para mí, a pesar de todas las dificultades, a pesar de su inexperiencia, a pesar de sus movimientos cortos y frenéticos que se oponían a mis movimientos largos y profundos con las caderas.
-Déjate llevar -dije entre gemidos. -No olvides quién es el dominado en este juego.
Una intensa sensación de placer que le recorrió desde la nuca hasta el final de la espalda marcó el final. Exhausto, se dejó caer contra las sábanas.
-Eh, no seas egoísta... Yo aún no he terminado...
Gemí más fuerte y eso pareció excitarle. Me hizo acabar y, cuando me separé de él, quiso abrazarme, pero salté de la cama y me puse la bata de seda lila.
-¿Por qué no te quedas aquí conmigo un rato?
-Monsieur, -reí - a mí sólo me han pagado por los servicios sexuales, no para que te acune hasta que te duermas. Si quieres más, vuelve en otra ocasión con más billetes y haremos cuanto quieras.
Se levantó, aún desnudo, y me cogió de la muñeca. -Quiero que seas mía.
-Yo sólo tengo un dueño. Es una mujer y se llama Madame Black.
-Serás mía.
Ojalá fuera cierto, pensé con cierta amargura.

2 comentarios:

Sat dijo...

Me encanta, como siempre. Sigue así (K).

Raúl III dijo...

Si, tienes razón... te faltó un poquito más de picante, por decirlo así. Me gusta, cada vez tiene más argumento *O*...que estes bien,cras nus videamus, meibi
te quiero



mubi

PD: disculpa la tardanza, tuve un problema con la contraseña O.o...y ahora con los caracteres (la segunda vez no los vi xD)